lunes, 29 de junio de 2009

LAS PIERNAS DE FRANCISCO

Después de todo, sí pesan estas piernas —piensa Francisco mientras atraviesa el zócalo—, ya me empiezan a lastimar el hombro. Dicen que salí perdiendo, que no valen tres semanas de trabajo, pero yo no estoy de acuerdo. Esta noche las meteré en mis cobijas y mis manos sentirán su tersura que se hará tibia con mis cuerpo… De pronto, al descender de la banqueta, se oye un rechinido de llantas. Francisco da tres vueltas en el aire y cae sobre las piernas de su maniquí que se revientan en guijarros, como los de una piñata.